A collection of gold objects from the Oxus Treasure now in the British Museum.
Tazón de oro
La cabeza hecha de oro batido
Ritón con forma de león alado. Ecbatana. Irán central. Hacia 500-450 a.C. Pieza del Museo Nacional de Irán, previsiblemente de una vajilla real.
Ritón con forma de león
A collection of Achaemenid era chopped gold pieces from the Oxus Treasure.
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Brazalete del Tesoro de Oxus. Oro, en origen con incrustaciones de piedras preciosas. Arte de la Antigua Persia, Periodo Aqueménida, ss. V-IV a. C. British Museum, Londres ME 124017 (Bracelet from the Oxus Treasure; British Museum)
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En un memorable pasaje de sus escritos, Herodoto cuenta de qué modo, después de la batalla de Platea (disputada en el 479 a. C.), en la que el ejército de los invasores persas fue batido por los griegos, éstos últimos fueron removiendo en el emplazamiento de la batalla y en el campamento persa abandonado buscando objetos de valor. El historiador griego narra de este modo el acontecimiento: "Se repartieron por toda la zona y encontraron tiendas decoradas con oro y con plata; también las alcobas estaban decoradas con metales preciosos. Encontraron platos y aguamaniles de oro, así como otros recipientes para beber, de las formas más variadas. En los carros [abandonados por los persas] hallaron sacos que contenían todo tipo de objetos de oro y de plata. A los muertos que yacían por el suelo los libraron de sus brazaletes y de los collares. También cogían las espadas decoradas con oro...". La historia ha confirmado que la batalla de Platea marcó el final del intento persa de ocupar Grecia. Las excavaciones arqueológicas efectuadas en Sardis, Susa y Pasargada han ofrecido otro tipo de confirmación, referente a la extraordinaria riqueza de los persas. Entre los ejemplos más significativos de esta artesanía figura el magnífico conjunto de objetos conocido bajo el nombre de tesoro del Oxus, que desde 1897 entró a formar parte de la colección del British Museum de Londres. Este famoso tesoro, constituido por tres brazaletes, un torques, siete objetos, recipientes y láminas de oro, así como ornamentos repujados y trabajados con punzón y también una estatuilla de cuerpo entero, fue descubierto por casualidad en la segunda mitad del siglo XIX en la orilla del río Oxus, el actual Amu Darya. Es muy probable, como sucedía a menudo en el pasado, que los objetos quedaran escondidos por sus propietarios en un momento de peligro con la intención de recuperarlos a continuación.
En el caso del tesoro del Oxus, los objetos permanecieron ocultos bajo tierra hasta 1877, año de su descubrimiento.
Pero veamos más de cerca la historia del tesoro. Como ya se ha señalado, los objetos de oro se encontraron en las orillas del río Oxus, pero no se sabe dónde exactamente. Efectivamente, los autores del descubrimiento vendieron el tesoro a tres mercaderes musulmanes que comerciaban a lo largo de la ruta entre Khiva, Samarkanda y la India. Poco tiempo después, los viajeros fueron atacados por los bandidos, pero los salvó un oficial del ejército británico, Burton, que les devolvió el tesoro sustraído a los malhechores.
Ésta es la excepcional declaración de uno de los mercaderes después de haber sido liberado. "Soy uno de los mercaderes agredidos por los ghilzais de Hisaak y de Jagdalak, que nos han robado todos nuestros bienes. Nos han dejado las mulas, pero se han llevado todo el equipaje, que contenía joyas de oro y de plata, algunos vasos de oro, un ídolo de oro y de plata y una joya de grandes dimensiones. La mayor parte de los objetos se encontraron en Khandian, generalmente cubierta por las aguas del Oxus. Pero en algunas estaciones, cuando el río se seca, la gente va excavando en búsqueda de objetos de oro que se encuentran en particular entre las ruinas de la antigua ciudad de Khandian. Nos han dicho que tanto el ídolo como los brazaletes se remontan a la época de Alejandro Magno. Se encontraron junto a una joya especial que, según se dice, ya se ha enviado a la India, a Burra Lord Sahib. El valor de todo el tesoro era de 80.000 rupias, y gracias a su intervención, se ha recuperado el equivalente a 52.000 rupias. Esto dispuesto a venderle el collar de oro. Como consecuencia del hurto, el ídolo se ha quemado, y parte de la plata se ha fundido. No es necesario añadir otros datos. Por la presente confirmo que usted me ha restituido estos objetos". Los ghilzais eran tribus de conocidos bandidos afganos, y el nombre de Burra Lord Sahib se refería al virrey de la India, que en la época era el conde de Lytton. La "joya especial" que menciona fue enviada efectivamente al virrey y, muchos años más tarde, en 1953, su nieta lady Cobbold la vendió al British Museum. Los mercaderes vendieron un brazalete al capitán Burton, adquirodo a continuación por el Victoria & Albert Museum de Londres. Las piezas restantes se llevaron a Rawalpindi (en el actual Pakistán), donde se vendieron, pero desgraciadamente no existe ninguna documentación que permita reconstruir ni su destino ni la entidad exacta de los objetos vendidos.
También formaba parte del tesoro, tal y como se encontró originariamente y como lo adquirieron los tres mercaderes, una cantidad ingente de monedas de origen y de época bastante heterogéneos, un elemento que no ha facilitado el trabajo de identificación y de datación del tesoro. Naturalmente, éste podía haber sido sepultado en un periodo posterior a la fecha referida por las monedas más recientes, que datan del siglo III d. C. No debe excluirse que también se remonte a esta época tardía la creación de los objetos de valor. En general, la extraordinaria pericia que distingue la factura de las joyas recuerda a la tradición de los orfebres mesopotámicos, que tiene sus orígenes en el III milenio a. C., mientras que el estilo de los objetos es característico del arte persa de época aqueménida, desde mediados del siglo VI hasta mediados del siglo IV a. C. aproximadamente. Dos de los objetos representan el estilo animalista, típico de los pueblos nómadas de las estepas, y probablemente son de origen escita. Pero volvamos al lugar en es que el espléndido tesoro, según las precarias informaciones transmitidas en sus declaraciones por el mercader musulmán, debió de ser hallado cerca de Khandian. En 1881 se ocupó de la cuestión un famoso arqueólogo, sir Alexander Cunningham, que por aquel entonces era director general del servicio arqueológico de la India. Según sus investigaciones, el tesoro debió de ser descubierto en la orilla septentrional del río Oxus, cerca de la localidad de Takh-i Kawat. Posteriormente se llegón a la conclusión de que el lugar del hallazgo debía de encontrarse a medio camino entre la localidad de Khulm (en la orilla meridional del río) y la de Kbadian (la actual Mikoyanabad, en Tagikistán). El nombre del distrito de Kbadian del relato del mercader musulmán. Más recientemente, el investigador soviético E. V. Zeimal retomó la búsqueda del misterioso lugar de origen del tesoro, orientado gracias a una serie de informaciones. Efectivamente, Zeimal había descubierto que un viajero ruso de finales del siglo XIX había efectuado algunas excavaciones en una localidad llamada Takht-i Kubad, dado que los indígenas del lugar le habían hablado de objetos antiguos hallados en la zona. Según las indagaciones de Zeimal, Takh-i se corresponde con Takht-i Kawat, lugar identificado por Cunningham. El lugar, que cubre un área de 1 kilómetro cuadrado aproximadamente y que está situado en la orilla septentrional del río Oxus, está sumergido, efectivamente, en una cuarta parte en las aguas del río, y representa pues, con toda verosimilitud, el lugar donde se sepultó el tesoro. Pero, ¿cuál es la historia que sirvió de ambientación a las vicisitudes de los magníficos objetos? La tierra es la del antiguo reino de Bactriana, que en época helenística se extendía en las dos orillas del río Oxus y cuya importante capital era Baktra. En la época de los aqueménidas, esta región pertenecía al reino persa y, posteriormente, en el 327 a. C., fue conquistada por Alejandro Magno.
La región entro a formar parte del reino de un general de Alejandro, Seleuco, del que procede el nombre de la dinastía de los seléucidas. Hacia mediados del siglo III a. C., Diodoto, gobernador de Bactriana, se rebeló contra el rey Antíoco II y fundó el reino independiente greco-bactriano, que duraría hasta el 130 a. C. Es probable que precisamente en este escenario de grandes cambios y desórdenes políticos y militares, los valiosos objetos de oro quedaran enterrados para evitar su saqueo. Sin embargo, sigue siendo un tanto incierto el origen de los propios objetos. Numerosos elementos sugieren una procedencia que no se corresponde con el lugar en el que fueron escondidos. Hay algunas láminas de oro de evidente función votiva y que, en consecuencia, estaban destinadas a un santuario.
Para ofrecer una lectura histórico-artística de los doce objetos que actualmente componen el tesoro del Oxus es importante recordar los estrechos vínculos que existían entre los aqueménidas y los escitas, los pueblos nómadas que ocupaban las estepas euroasiáticas. Por un lado, encontramos un elemento figurativo típico ya del arte mesopotámico del III milenio a. C., el de criaturas compuestas, mitad humanas y mitad animales. Son un buen ejemplo de ello los grandes toros y los leones androcéfalos de los asirios. Los aqueménidas fueron los herederos y continuadores de esta tradición artística, como lo demuestran los toros alados de rostro humano que adornan las puertas de Persépolis. En consecuencia, no resulta sorprendente encontrar la misma combinación de elementos humanos y animales en los objetos de oro del Oxus. Sin embargo, éstos recuerdan también otra tradición artística, la de los escitas. Este arte, cuya impronta es evidente en la magnífica lámina de oro que representa a un ser compuesto -con cabeza de león, p ies y orejas de gamo y cuernos de cabra montesa-, se caracteriza por la utilización de decoraciones inspiradas en el mundo vegetal y, sobre todo, por el particular entretejido de todos estos elementos, que da lugar a un conjunto fuertemente estilizado y de fascinante complejidad.
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